El foro de Bikezona cierra temporalmente
Interrumpimos temporalmente nuestro servicio de foros para adaptarnos a los nuevos tiempos y volver con más fuerza.
Os remitimos a nuestras redes sociales para que podáis expresar vuestras inquietudes y mantener el contacto entre Bikezoneros. También podéis seguir leyendo los mensajes antiguos donde hay mucha información.
- Réplicas al mensaje: 0
- Página 1 de 1
Creado por Biker101
23/10/2007 a las 23:20:36
23/10/2007 a las 23:20:36
Épica y un poco de historia Creado el 23/10/2007 a las 23:20:36
Ahora que Angliru recupera la épica de nuevo, he sacado del baúl este relato,espero no repetir post que parece que últimamente ando un poco patoso con eso,y gracias Angliru por recuperar la épica ya que con ella disfruto porque no tengo ni zorra idea de mecánica que es de lo que más se hablaba últimamente en el foro.El relato consta de tres partes
1ª Prólogo a los Pirineos
De todos los directores deportivos preparados en Fontenay-Sous-Bois para la salida del Tour de Francia de 1983, Cyrille Guimard era probablemente el que más pesimista se sentía. Cinco veces ganador del Tour en siete años de director, las posibilidades de una sexta victoria parecían muy remotas. Cuatro de esas victorias las había logrado con Bernard Hinault, pero en ese momento el Caimán no se hallaba presente en la línea de salida por culpa de una tendinitis contraída al ganar la Vuelta a España. La segunda estrella del Renault, Greg Lemond, habría sido un potencial favorito después de sus grandes actuaciones en la Vuelta y en la Dauphiné Libéré (ganando esta última prueba tras la descalificación de Pascal Simon), pero se había autoeliminado por considerarse aún joven para afrontar el reto de la carrera por etapas más importante del mundo. Por todo ello, era Marc Madiot el que capitaneaba un relativamente joven equipo Renault-Elf-Gitane, y si entre ellos conseguían un par de victorias de etapa y situaban a uno de sus hombres entre los diez primeros de la general, se darían con un canto en los dientes.
La atención se centraba en cambio en los “anglosajones” de la prueba, en particular los que militaban en el Sem y en el Peugeot. El Sem tenía como jefe de filas a Sean Kelly, para muchos el gran favorito, bien respaldado por el incombustible Joaquim Agostinho y por Steven Rooks, Jean-Marie Grezet y el estadounidense Jonathan Boyer, tres jóvenes todoterrenos muy prometedores. En cuanto al Peugeot, en él se encontraban Phil Anderson, el único corredor que no se había dejado intimidar por Hinault en 1982, junto con el entusiasta y a la vez errático Stephen Roche, el joven escalador escocés Robert Millar y Pascal Simon, el enrabietado francés que quería desquitarse de su descalificación por positivo en la Dauphiné. El Coop-Mercier contaba con el veteranísimo Joop Zoetemelk, el Metauromobili con un Lucien Van Impe muy fino después de correr un Giro de Italia muy disputado y el Ti-Raleigh con Peter Winnen. Junto con otros corredores de la talla de Criquiélion, Bernaudeau y Kuiper, sin mencionar el equipo aficionado colombiano, dirigido por Luis Ocaña, de calidad indiscutible pero de incierta capacidad táctica, el Tour 83 prometía ser abierto y emocionante. En una encuesta entre ocho de los periodistas más veteranos de L’Équipe, dos apostaban por Zoetemelk como vencedor y otros dos por Van Impe, siendo los votos restantes para Kelly, Grezet, Simon y Winnen. Es decir, pronosticaban una batalla entre juventud y experiencia.
Nadie contaba por supuesto con los corredores españoles integrantes del equipo Reynolds. No en vano, desde que en 1978 Miguel María Lasa ganara su última etapa, los españoles habían fracasado estrepitosamente en el Tour. Ni siquiera la presencia de Ángel Arroyo, ganador moral de la Vuelta del 82, o de Julián Gorospe, gran animador de la Vuelta ese año 83, suscitaba la más mínima expectación, ni en Francia ni en España.
Así las cosas, el Tour empezaba con una exhibición en el Prólogo de 5,5 kms por parte del joven belga de 21 años Eric Vanderaerden, más conocido entonces en carreras de persecución. Su victoria sobre el Ti-Raleigh Bert Oosterbosch por dos segundos, le permitía enfundarse el primer maillot amarillo.
La primera etapa en línea con final en Créteil veía cómo el joven líder no sólo mantenía su jersey, sino que se permitía el lujo de esprintar en los “puntos calientes” (metas volantes) para no ceder ante las acometidas de Kelly por arrebatárselo. En meta, el holandés Frits Pirard se imponía al sprint delante de Jean-Louis Gauthier y Pascal Jules, mientras Gilbert Duclos-Lassalle se hacía con el maillot de puntos rojos de mejor escalador.
En la segunda etapa se disputaba una contrarreloj por equipos de 100 kms, que por mor de la política de bonificaciones que se aplicaba en la época, veía cómo el ganador, el Coop-Mercier, distanciaba en 10’38” al equipo de Colombia, pero de los cuales sólo se contabilizaban 3’25” por corredor en la clasificación general individual. Por lo menos, el hombre mejor clasificado del Coop, el francés Gauthier, obtenía la gloria de enfundarse el maillot amarillo de líder. Entretanto, el Ti-Raleigh, que había tenido que esperar a su líder Winnen víctima de un desfallecimiento, terminaba cuarto en la etapa a 43 segundos y perdía por tanto su primera contrarreloj por equipos en cinco años.
En vista de lo que aconteció después, la tercera etapa, que terminaba en Roubaix después de la tradicional excursión por el pavés, fue de vital importancia. La victoria fue para el belga Rudy Matthijs, por delante de Kim Andersen, con el resto del pelotón distanciado entre 2’09” y 36’32”. Mientras Van Impe, Fignon y Arroyo perdían más de 4 minutos (casi dos sobre Kelly), hombres como Robert Millar, que había quedado cortado después de 8 kilómetros de etapa, cedían 17 minutos, y Pedro Delgado otros nueve (se verá más adelante el efecto de este tiempo perdido). La etapa producía lógicamente un nuevo cambio en la cabeza de la clasificación general en beneficio del danés Andersen, compañero de equipo del efímero líder Gauthier.
Los 300 kilómetros hasta Le Havre de la cuarta etapa darían la victoria al suizo Serge Demierre, que llegaba escapado con 4’50” de ventaja sobre un Sean Kelly que daba tiempo al pelotón al tiempo que arañaba unos segundos preciosos de bonificación. El francés del Renault Dominique Gaigne se llevaba el gato al agua en la siguiente etapa al llegar ligeramente destacado a Le Mans, mientras que Kelly se hacía con el maillot verde de la regularidad para no abandonarlo ya hasta París.
Y después de un traslado de los corredores desde Le Mans hasta Châteaubriand, tenía lugar la primera contrarreloj larga por la carretera hacia Nantes, con 58,5 kilómetros de recorrido llano. El resultado fue sorprendente, al vencer el holandés Bert Oosterbosch, secundado por el belga Daniel Willems a 45” y por un sensacional Julián Gorospe a 1’07”, pero donde de los favoritos, sólo Grezet (5º a 1’28”), Kelly (6º a 1’29”), Agostinho (7º a 2’02”) y el australiano Anderson (8º a 2’07”) lograban meterse entre los diez primeros. El pobre Robert Millar perdía otros siete minutos y ….
Al concluir la etapa siguiente, en la que vencía el italiano Riccardo Magrini en un sprint masivo en Île d’Oléron, la clasificación general presentaba en sus diez primeros puestos al danés Kim Andersen como maillot amarillo, seguido de Phil Anderson, Sean Kelly, Joop Zoetemelk, Eric Vanderaerden, Jean-Luc Vandenbroucke, Stephen Roche, Adri Van der Poel, Pascal Simon y Claude Moreau, todos en menos de dos minutos y cuarenta y cinco segundos. Del resto de los favoritos, Peter Winnen se hallaba a 5’16”, Jean-René Bernaudeau y Ángel Arroyo a 5’34”, Robert Alban a 7’17”, Beat Breu a 8’11” y Lucien Van Impe a 9’36”. Mientras tanto, a la chita callando y sin hacer nada espectacular, un tal Laurent Fignon ocupaba la 16ª plaza, a 4’08” de Andersen y como segundo mejor joven tras Roche.
Oosterbosch conseguía su segunda victoria en tres días, esta vez batiendo en la meta de Burdeos al ex-campeón del mundo Kuiper y con 1’14” sobre un Bernaudeau que comenzaba a mostrar sus garras. Al día siguiente, el francés Philippe Chevallier se imponía en solitario en Pau, mientras Sean Kelly (3º a 2’49”) arrebataba a Andersen el maillot amarillo gracias a los segundos de bonificación acumulados.
Esta era la situación tras nueve etapas en que la combinación de pavés y contrarrelojes había esparcido a los favoritos en una horquilla de diez minutos, con escaladores como Millar y los colombianos a distancias de entre los veinte y los treinta minutos. Para estos últimos, la siguiente etapa, la primera de alta montaña entre Pau y Luchon, no podía hacerse esperar más.
Replicado por Biker101
24/10/2007 a las 0:29:12
24/10/2007 a las 0:29:12
Replicado el 24/10/2007 a las 0:29:12
2ª Espectacular Vuelco
La única etapa por entre los Pirineos sería memorable con los clásicos Aubisque, Soulor, Tourmalet, Aspin y Peyresourde. El veterano Van Impe coronaba el Aubisque, primer puerto de la jornada, delante de los mejores representantes del antiguo régimen y de la nouvelle vague: Patrocinio Jiménez (Colombia), el suizo Beat Breu (Cilo-Aufina), Samuel Cabrera (Colombia), Jonathan Boyer (Sem), Edgar Corredor (Colombia), Pascal Simon y Robert Millar del Peugeot, Pedro Delgado del Reynolds (en su primer Tour), Marc Madiot (Renault), Ángel Arroyo (Reynolds), Claude Criquiélion (Splendor), Jean-Marie Grezet (Sem), el líder de los jóvenes Roche (Peugeot) y el veterano Joop Zoetemelk (Coop Mercier).
El líder Kelly se hallaba ya a cuatro minutos de los primeros, pero en un descenso escalofriante conseguía enlazar con los de delante. Phil Anderson tampoco se encontraba en el primer grupo que coronaba el Aubisque: se había retrasado por culpa de una caída y luego se había visto imposibilitado a cazar al obedecer órdenes de equipo, quedándose en un segundo grupo con otros favoritos rezagados, manteniendo a salvo las posibilidades del que su equipo había designado como jefe de filas, el francés Pascal Simon.
Así las cosas, Jacques Michaud (Coop) atacaba en el Soulor y se presentaba al pie del Tourmalet con 3’40” de ventaja sobre un grupo perseguidor compuesto por Bazzo, Fignon, De Rooy, Veldscholten, Millar, Seznec, Patrocinio Jiménez y Delgado. En el Tourmalet, el colombiano Jiménez atacaba seguido por Millar, Delgado y Fignon (no dando muestras por tanto de ningún temor a lo que para los cuatro era la primera etapa de alta montaña en un Tour de Francia) y luego se marchaba con Millar. Colombiano y escocés daban caza y superaban a Michaud y, cerca de la cima, Millar esprintaba por el Memorial Henri Desgrange mientras Jiménez coronaba en la cima propiamente dicha. En el descenso a Sainte-Marie de Campan y en el Col d’Aspin tenía lugar una larga persecución entre Millar y Jiménez frente a Delgado, Fignon y Michaud. En el Peyresourde, el primer grupo perseguidor era cazado por Pascal Simon y Jean-René Bernaudeau (Wolber), produciéndose a 5 kilómetros de la cima el ataque del jovencísimo Perico Delgado. En el dúo de cabeza, Millar esperaba a los últimos 500 metros para lanzar su ataque, dejando rápidamente de rueda a un castigado Jiménez y lanzándose a tumba abierta en el descenso hacia la meta de Luchon, donde el escocés se alzaba con su primera victoria como profesional, 6 horas, 23 minutos y 27 segundos después de abandonar Pau. Perico Delgado, en un descenso electrizante que le haría famoso, estaba a punto de cazar a Millar y llegaba a tan sólo 6 segundos, mientras Pascal Simon hacía tercero de la etapa a 1’13” seguido por Jiménez a 1’30”, el Condorito Corredor a 3’40”, Bernaudeau a 4’06”, Fignon a 4’23” y Michaud, Madiot y Alban a 5’45”. En la general, el vuelco era espectacular: el maillot amarillo pasaba a manos de Pascal Simon, con una confortable ventaja de 4 minutos y 22 segundos sobre Laurent Fignon (2º), seguidos, en este orden, por Bernaudeau (3º), Kelly (4º, que perdía 10 minutos en la etapa), Zoetemelk (5º), Michaud (6º), Madiot (7º), Delgado (8º), Alban (La Redoute, 9º) y Anderson (10º). Mientras tanto, el vencedor de la etapa, Millar, se encontraba en 27º lugar, a 17’30” de su compañero de equipo Simon (sin la etapa de Roubaix, se encontraría en un cómodo segundo puesto) y se preparaba para trabajar duro en pos de ayudar a su líder.
Al día siguiente, camino de Fleurance, y después de los rigores de los Pirineos, se presagiaba un bloqueo de la carrera. Durante la primera hora de etapa tan sólo se recorrieron 30 kilómetros, antes de que el veterano portugués Agostinho realizara una tentativa de ataque, con Duclos-Lassalle como perro de presa por parte del líder. Cuando el pelotón intentaba neutralizar la escapada, se producía un enganchón entre el gregario de Agostinho, Jonathan Boyer, y varios corredores del Peugeot. Como resultado, caían al suelo Bernard Borreau y el maillot amarillo, Pascal Simon. Repuestos de este incidente, y tras ser neutralizado Agostinho, el equipo Renault imponía un ritmo frenético en cabeza, pero no pasaría prácticamente nada hasta que el francés Régis Clère saltaba en busca de otra victoria de etapa para el Coop-Mercier. Sin embargo, los problemas para el líder Simon se multiplicaban. La caída le había producido la rotura del homoplato, una fractura superficial ciertamente, pero que le impedía levantarse del sillín. Su compañero Anderson, que había perdido sus opciones en la general la etapa anterior, se lamentaba de que su sacrificio fuera a ser en vano.
Pero la verdadera locura llegaría al día siguiente, con 261 kilómetros y llegada en Roquefort-sur-Soulzon. Lucien Van Impe atacaba después de 160 kilómetros junto con su coequipier Franceschini; tras ellos, Van der Poel y de nuevo Millar saltaban del pelotón y, tras enlazar con el dúo de cabeza, adquirían rápidamente una ventaja de casi diez minutos. Sin embargo, Roland Berland, director del Peugeot, ordenaba a Millar que no colaborase, lo cual hacía que el pelotón, conducido por el Wolber de Bernaudeau, les diera caza a tan sólo 11 kilómetros de la meta y después de una hora y media de persecución por las serpenteadas rutas del sur de Francia. Tras saltar en los últimos metros de un grupeto de elegidos, Perico Delgado volvía a hacer segundo de etapa tras el antiguo líder Andersen, limando medio minuto a los favoritos. Fignon, a pesar de ser segundo en la general, no había puesto a su equipo a colaborar en la caza y como dijo el británico Graham Jones, del Wolber, “si no llegamos a tomar la responsabilidad de la caza, los escapados habrían llegado con 20 minutos de ventaja y ahora Van Impe sería el maillot amarillo”. En cuanto al Peugeot, no se entendía la decisión de Berland de sacrificar a Millar, cuando parecía claro que la lesión de Simon no le iba a permitir pasar las duras etapas de los Alpes.
Henk Lubberding y Pierre Le Bigaut ganaban las dos etapas siguientes en sendas fugas consentidas por un pelotón sin patrón. En el caso del holandés, maillot blanco del Tour 78 y que había acabado tres veces ya entre los diez primeros de la general, había abandonado a sus compañeros de escapada, los franceses Linard y Clère, para cruzar en solitario la meta de Aurillac y, de paso, recuperar veinte minutos respecto de los favoritos. En Issoire, Le Bigaut conseguía una victoria más para el Coop-Mercier, con 6’14” sobre un Theo de Rooy que daba tiempo a un grupo fraccionado en el que cabe destacar la cuarta plaza del Reynolds Carlos Hernández y la séptima de un Robert Millar que, mientras recortaba más de medio minuto sobre los favoritos, se convertía en el primer británico en hacerse temporalmente con el jersey de la montaña.
Quedaba un último tercio de carrera apasionante, con dos etapas por el Macizo Central (una cronoescalada al Puy de Dôme y una de media montaña con final en Saint-Étienne), dos etapas de alta montaña en el Alpe dHuez y Morzine (con jornada de descanso entre medias), otra cronoescalada entre Morzine y Avoriaz, una larga etapa hasta Dijon seguida de una segunda contrarreloj llana, de 50 kms, por la ciudad de la mostaza y finalmente la llegada a París.
Todo estaba todavía por decidirse, salvo el maillot verde, que parecía seguro sobre las espaldas del irlandés Kelly. Por lo que respecta al líder Simon, todos aplaudían su bravura pero nadie daba un duro por que pudiera conservar su maillot con esa fractura que le había dejado maltrecho. Fignon, Millar y Delgado se habían convertido en las grandes revelaciones de esta segunda semana, pero la mayoría de los favoritos seguía manteniendo sus opciones intactas.
Replicado por Biker101
24/10/2007 a las 0:34:05
24/10/2007 a las 0:34:05
Replicado el 24/10/2007 a las 0:34:05
3ª Los Alpes cambio generacional
La cronoescalada al Puy de Dôme, de 15,6 kms, iba a constituir el escenario de la resurrección del ciclismo español, huérfano de victorias en el Tour desde 1978. Un inconmensurable Ángel Arroyo, que no había brillado desde que fuera desposeído de la victoria en la Vuelta a España del año anterior, se hacía con un magnífico triunfo de etapa, secundado por su semidesconocido compañero Delgado que volvía, por tercera vez, a ser segundo, a 13”. Laurent Fignon, décimo en la etapa, perdía 1’48” respecto al abulense. En cuanto a Simon, aguantaba el tipo hasta 500 metros de meta, habiendo perdido “sólo” dos minutos de su ventaja en la general, pero la exigente pendiente final, y dado que le era imposible levantarse del sillín, le hacía conservar en meta su preciado jersey por tan sólo 52 segundos respecto al maillot blanco Fignon. Que Pascal Simon aguantase todavía con el maillot amarillo era una muestra de su gran coraje, pero también de la estupidez de su director Berland, empeñado en exprimir la publicidad del amarillo a pesar de la evidente inferioridad física de su pupilo.
Otro esfuerzo descomunal de las tropas del Peugeot permitían a Simon llegar con el pelotón en la peligrosa etapa de Saint-Étienne, donde Michel Laurent, del insaciable Coop-Mercier, fue declarado vencedor tras haber sido empujado contra las vallas por Lubberding. Ganaba la etapa, pero estaba destinado a no poder ser de la partida al día siguiente.
Finalmente, al día siguiente, en la primera jornada en los Alpes, Simon tenía que admitir lo inevitable después de 90 kms de etapa, abandonando la carrera y dejando al joven Fignon como líder virtual. Los cortes, en una jornada con nada menos que ocho puertos y con final en Alpe d’Huez, empezaban a producirse, pero cuando en uno de ellos se incrustaron los Wolber Bernaudeau y Dominique Arnaud, los Ti-Raleigh Peter Winnen y Gerard Veldscholten, Raymond Martin (Coop) y Alfio Vandi (Metauromobili), la carrera empezó a jugarse definitivamente. Siendo uno de los tres últimos compañeros que le quedaban a Van Impe y el único con dotes de escalador, Vandi debió probablemente haber permanecido arropando a su líder. Como quiera que Bernaudeau y Winnen relevaban con fuerza, la ventaja subió rápidamente a los cinco minutos, convirtiendo al rubio holandés del Ti-Raleigh en el virtual maillot amarillo. Entonces fue cuando Fignon mostraría su sangre fría, imponiendo un ritmo de caza junto con el siempre activo Delgado y Van Impe. En la meta de Alpe d’Huez, Winnen se deshacía de Bernaudeau y conseguía su segunda victoria en la mítica cima en tres años. Detrás, llegaban Edgar Corredor (3º a 57”) y Robert Alban (4º a 1’22”), mientras Fignon (5º a 2’07”) lograba enfundarse por primera vez el maillot amarillo. Delgado (7º a 2’10”) se colocaba en un increíble segundo puesto a poco más de un minuto...
En el subsiguiente día de descanso, en una de las ruedas de prensa que se sucedieron, el líder Fignon señalaba al joven Perico como su gran amenaza, nada descabellado constatando la sensacional forma del ciclista segoviano en este su primer Tour. En España, todos los periódicos resaltaban la sorprendente actuación de un desconocido para el gran público y que estaba haciendo recobrar el interés por una carrera maldita para el ciclismo español en los últimos años. Desde que en 1974 Vicente López Carril cediera ante Poulidor su segundo puesto en la última contrarreloj, ningún español había conseguido situarse tan arriba en la clasificación general y que el que lo hiciera fuera un novato, comenzó a desatar el entusiasmo por la joven figura en ciernes. Y eso que de no haber perdido nueve minutos en la meta de Roubaix, Delgado sería líder en esos momentos con más de cuatro minutos de ventaja...
Pero como le sucediera a Millar, que en la fatídica etapa de Roubaix perdió todas sus opciones, el joven Delgado iba a pagar las consecuencias en la segunda etapa de los Alpes, con final en Morzine. Con toda España asistiendo por vez primera a la retransmisión en directo de la etapa del Tour, Perico iba a perder más de 25 minutos en la meta y convertir el sueño de los españoles en una triste pesadilla. La etapa fue para Jacques Michaud, que atacaba en el Col des Aravis, incrementando su ventaja en la Colombière y aguantando el ataque de los favoritos en el Joux Plane, cuya cima se encontraba a pocos kilómetros de meta. Michaud era otro de los que, por un mal día en Alpe d’Huez, donde cedió 25 minutos, había perdido todas sus opciones en la general. Entretanto, Fignon estuvo otra vez en dificultad, transitando por el Col des Aravis a casi cuatro minutos de Peter Winnen y Ángel Arroyo, pero su sorprendente sangre fría, a pesar de su juventud, y la excepcional ayuda de sus coequipiers Marc Madiot y Pascal Poisson, le permitía neutralizar a Winnen en el Joux Plane y soltar de rueda a dos rivales peligrosos como Bernaudeau y Kelly. Delante, el irregular Ángel Arroyo, que había concedido más de cuatro minutos el día anterior, saltaba para hacerse con la segunda plaza en la etapa a 1’11” y se convertía en la nueva amenaza del corredor parisino. Luego, a 2’15” llegaban prácticamente juntos Edgar Corredor, Van Impe y Robert Alban, seguidos de los “gemelos del Peugeot” Roche y Millar a 2’48”. Casi un minuto después, a 3’42”, Fignon esprintaba por la octava plaza, delante de Winnen, con Bernaudeau y Kelly una treintena de segundos por detrás, a 4’11”. En la general, mientras Delgado se hundía, Fignon conservaba su maillot y su ventaja comenzaba ya a ser un lastre casi definitivo para sus rivales.
La segunda cronoescalada, 15 kms de Morzine a Avoriaz, era esperada por todos como la oportunidad de que Ángel Arroyo, ganador en el Puy de Dôme, segundo el día anterior y nuevo maillot blanco, pudiese amenazar aún más al joven líder. Sin embargo, era Lucien Van Impe quien se alzaba con la victoria parcial por delante del sorprendente Stephen Roche, que se situaba a 36” del ganador del Tour de 1976. El abulense (4º a 55”, tras Winnen, a 49”) conseguía entretanto recortar tan sólo 50 segundos de los cuatro minutos que necesitaba para desbancar a un Fignon que volvía a ser décimo en la etapa. Por su parte, Delgado demostraba que la terrible pájara camino de Morzine estaba superada, consiguiendo el 7º mejor tiempo a 1’37 de Van Impe.
Tan sólo tres días para llegar a París y el Tour era liderado confortablemente por un ciclista en su segundo año como profesional y que sólo era el cuarto hombre en la jerarquía del equipo de Cyrille Guimard. Fignon se mantenía en la posición de honor gracias a su gran regularidad, pero seguía sin conseguir una victoria de etapa, como le sucedía al maillot verde Kelly, pero que con dos etapas llanas y una contrarreloj, todavía tenía su oportunidad.
Los 291 kilómetros hasta Dijon presentaban cinco “puntos calientes”, con 12, 8 y 4 segundos para los tres primeros, y tal y como estaban las cosas en la general, con Winnen (2º), Van Impe (3º), Arroyo (4º), Alban (5º) y Bernaudeau (6º) en un puñado de segundos, no se entendió muy bien la táctica del Wolber de mandar escapado a Philippe Leleu durante 150 kilómetros para conseguir una pírrica victoria de etapa, con 9’17” de ventaja sobre el pelotón. En cambio, era Fignon quien, con un botín de 20 segundos en bonificaciones, conseguía distanciar aún más a unos rivales que no se podían permitir ese lujo.
La suerte estaba echada y en la contrarreloj de 50 kms en Dijon, no era el favorito Kelly quien se imponía, sino el propio líder Laurent Fignon, demostrando así que era el más fuerte de la carrera y justo vencedor de la misma. Detrás, Arroyo, gracias a su magnífico segundo puesto, a 35” del francés, conseguía desbancar a Winnen (5º a 1’10”) y Van Impe (4º a 1’08”) por unos segundos, asegurándose su presencia en el podio de París, en una posición que ningún español había ocupado desde Julio Jiménez en 1967. Tan sólo doce segundos separaban a segundo y cuarto de la general pero en la etapa que conducía a los supervivientes hacia los Campos Elíseos, ni Winnen ni Van Impe intentarían limar las diferencias respecto del abulense. Van Impe, al menos, conseguía igualar el récord de seis victorias de Bahamontes en el Gran Premio de la Montaña. Sorprendente sería también que el maillot verde Kelly fuera derrotado en el sprint final de los Campos Elíseos por el suizo Glibert Glaus, Campeón del Mundo Amateur en 1978. Fignon remataba la faena permitiéndose el lujo de obtener un cuarto puesto en la meta parisina.
Laurent Fignon, con sólo 22 años, obtenía el triunfo en el Tour en su primera participación, como Anquetil, Merckx e Hinault. Los 4’04” de diferencia sobre Arroyo y los 4’09” sobre Winnen (sus acompañantes en el podio) eran el fruto de su regularidad, su autocontrol y autoconfianza en los momentos clave y el apoyo incondicional de un equipo entregado a su inesperado jefe de filas.
Cuando hoy en día las diferencias se miden en segundos, el Tour 83 es uno de los últimos en que estas se medían en minutos. Robert Millar perdió 17 minutos en una etapa de pavés y, sin embargo, pocos días después recuperó buena parte de ellos en los Pirineos. Delgado y Michaud pujaron en un momento dado por la victoria final para perderlo todo, respectivamente, en una de las dos etapas de los Alpes. Entretanto, Roche, Anderson y Millar sacrificaron todas sus opciones en favor de un hombre con un hueso roto. En cambio, Arroyo, que fallaba los días en que Delgado brillaba y viceversa (salvo en el Puy de Dôme), consiguió secundar a Fignon a pesar de su inquietante irregularidad. Y cuando en la actualidad estamos acostumbrados a ver a los cuatro o cinco favoritos subir los puertos juntos día tras día, en 1983, Fignon, Arroyo, Winnen, Van Impe, Alban y Bernaudeau no estuvieron nunca juntos al final de una etapa de montaña (antes al contrario, raro el día en que dos de ellos llegaban juntos a meta). Cada uno de ellos se hicieron con un puesto entre los seis primeros por vías divergentes.
El Tour 83 fue una carrera muy equilibrada en su recorrido, donde las etapas llanas se mezclaron con las de alta montaña, los pavés de la Clásica del Infierno con la media montaña y las contrarrelojes (seis, todo un récord) beneficiaban en conjunto tanto a escaladores como rodadores.
Fignon no fue el mejor escalador de la prueba (Edgar Corredor llegó siempre delante de él en las cinco etapas con final en alto y sin embargo terminó a más de 26 minutos en París). Tampoco fue el mejor contrarrelojista, pues tal honor le cupo a Stephen Roche, quien, sin embargo, terminó a 21 minutos del francés. Fignon tampoco destacó en el pavés ni en las etapas llanas, pero se hizo con un puñado de segundos en las bonificaciones en momentos importantes. Finalmente, su equipo, sin Hinault ni Lemond, estaba muy distante de ser el mejor, a pesar del excelente apoyo que le prestaron Pascal Poisson, Pascal Jules y Marc Madiot. Y sin embargo, en un Tour equilibrado con grandes especialistas pero sin un superfavorito, el ganador fue el más regular del pelotón en todos los terrenos y conceptos de la carrera. Y el año en que Fignon, Roche, Millar y Delgado tomaron el relevo de los Van Impe, Zoetemelk y Agostinho, el más regular fue un parisino de 22 años, con pinta de intelectual con sus gafas, de nombre Laurent Fignon. El viejo zorro Guimard y el ciclismo francés habían descubierto una nueva estrella, que el año siguiente, ya presente el gran Hinault pero en otro equipo, aplastaría a todos sus rivales, con un dominio que nunca más se ha vuelto a ver en un Tour.
Finalmente, el Tour 83 supuso para el ciclismo español un renacer que ya se había dejado entrever con sus magníficas actuaciones en la Vuelta y el Giro de ese año. Un timorato equipo Reynolds, a las órdenes del valiente José Miguel Echavarri, daba la gran sorpresa situando al hasta entonces defenestrado Ángel Arroyo como delfín del parisino y mostrando las posibilidades futuras de un joven y semidesconocido escalador de Segovia. Los medios de comunicación españoles, ausentes prácticamente al inicio del Tour, debieron reaccionar conforme la actuación de los jabatos del equipo navarro iba a más, porque la afición española, que había quedado encandilada durante la Vuelta, estaba ansiosa por conocer de primera mano las hazañas de nuestros ciclistas en la carrera por excelencia y, sobre todo, por saber quién era ese Delgado que tanto había brillado en los Pirineos. Después del Tour, los grandes equipos españoles (Teka y Zor principalmente) mostraron su interés por emular a Reynolds y acudir a la carrera francesa al año siguiente. Una de las estrellas españolas ausentes, Alberto Fernández, declaraba que estaba ansioso por demostrar sus cualidades en el Tour, donde a pesar de haber hecho décimo en 1982, su actuación había pasado siempre desapercibida. La desgracia quiso que nunca pudiera cumplir sus deseos, pero el camino estaba abierto para que hombres como el propio Perico y posteriormente Miguel Indurain dominaran la carrera más importante del ciclismo mundial.
Mensaje Anterior
< < < < Subir en plato
< < < < Subir en plato
Siguiente Mensaje
gafas oakley > > > >
gafas oakley > > > >