A la hora de montar en bicicleta el confort del ciclista y su integración con el vehículo resulta determinante para conseguir un óptimo rendimiento que le permita mejorar, día tras día, los resultados obtenidos. Más allá de la influencia en el pedaleo y la distancia recorrida, un elección incorrecta de las medidas de la bicicleta puede generar serios problemas físicos, especialmente lesiones evitables como la tendinitis o la distrofia muscular.
No se trata, sin embargo, de una cuestión sencilla ni homogénea: el desconocimiento generalizado y la variedad de criterios entre los fabricantes dificulta una cuestión que debería ser tan básica como la elección del número de unas zapatillas de atletismo o de los guantes de un portero de fútbol. Existen dos maneras principales para medir el tamaño de la bicicleta: la denominada "centro-extremo", que se calcula midiendo desde el final del tubo del sillín hasta el mismo centro del eje del pedalier, y la llamada "centro a centro", la más extendida, cuyo cálculo se realiza desde el centro del cruce, entre el tubo vertical, el horizontal y los tirantes.
Conocer la medida de la bicicleta es el primer paso para poder realizar una elección correcta pero, desde luego, es necesario poner en valor este dato con el tamaño del usuario. Para ello es preciso conocer su talla, lo cual se suele hacer multiplicando la medida de la entrepierna por el ratio 0,50, para las bicicletas de montaña, y por 0,65 para las de carretera. Con un metro de cinta o metálico, tras ponerse encima de la bici y con ayuda de un colaborador, se toma la distancia existente desde el suelo hasta el lugar donde contacta el cuerpo con el sillín. Para ello, el ciclista se habrá colocado de pie y descalzado. De este modo resultará sencillo conocer cual es la talla correcta, la cual hay que comparar con el tallaje utilizado por el fabricante escogido. Por ejemplo, si la medida de entrepierna del usuario es 82 centímetros, su multiplicación por 0,65 da 53,30, lo que suele corresponder a una talla M en la mayoría de los fabricantes.
Respecto a la altura del asiento, otro de los baremos fundamentales en el confort del ciclista, el cálculo a realizar conlleva multiplicar la longitud de la entrepierna por 0,885. También es cierto que el ajuste empírico puede funcionar muy bien en este caso: basta con tomar asiento en la bici y apoyar sobre el pedal -en su punto más bajo- el talón del pie; a continuación se calibra el sillín hasta que la pierna queda estirada aunque con una ligera flexión.
Otra de las cuestiones que es necesario tomar en consideración es la longitud del vehículo; es decir, la distancia horizontal existente entre la tija del asiento y el tubo de dirección. En general, no obstante, los productores publican esta medida en sus tablas de geometría, lo que facilita el acierto en la elección del modelo adecuado.
Siguiendo con el recorrido de toma de medidas para ajustar la máquina, no hay que dejar de lado la valoración de la altura del tubo horizontal. Para ello se vuelve a utilizar la medida de la entrepierna, esta vez vinculada a la altura del tubo superior, en su punto medio, con relación al suelo. La posición del corredor, y en consecuencia la calidad de su pedaleo, queda determinada por la distancia existente entre el sillín y el manillar. Lo ideal es que la espalda forme un ángulo de cuarenta y cinco grados mientras se está sentado, teniendo en cuenta que el manillar esté colocado entre tres y seis centímetros debajo de la línea del síllín, en función del gusto y la costumbre de su usuario. En las bicicletas de competición, suele resultar interesante incrementar un poco esta distancia para facilitar una mayor potencia. Cuando se tienen dudas sobre la distancia escogida, resulta muy valioso realizar una prueba muy elocuente, que consiste en formar un ángulo recto con el brazo y el antebrazo y colocarlo en paralelo al suelo mientras se apoya el codo en la punta del sillín. Se mide la distancia existente entre los nudillos del puño cerrado y el extremo superior de la potencia. La medida obtenida debería ser de entre uno y cuatro centímetros. De esta manera, resulta muy sencillo verificar la adecuación de esta longitud.
Es preciso comentar, en cualquier caso, que los datos aplicables varían en función de las condiciones individuales de cada ciclista y, por supuesto, según el tipo de bicicleta. Existen marcadas diferencias entre una bici de carretera, una de montaña y otra de competición. Sin embargo no es difícil encontrar tablas que ofrecen información orientativa en función de la altura del usuario, así como webs que calculan la talla de la bicicleta de forma automática. Se trata, desde luego, de una referencia que habría que validar con los cálculos previamente comentados o, en su defecto, con una prueba física sobre la propia bicicleta, lo cual no siempre es posible. Para una bicicleta de carretera, a un ciclista de 165-170 centímetros le suele ir muy bien una bici de carretera de 51 a 53 centímetros, mientras que en el caso de una bici de montaña la ideal sería de 16-17 pulgadas.
A modo de resumen se puede decir que resulta imprescindible escoger la bicicleta en función de una serie de baremos y medidas que aseguran su adecuación a nuestra talla y estatura. El tamaño horizontal y vertical de la máquina, así como la distancia del sillín al suelo y hasta el manillar son los factores principales que se deben valorar y vincular a las medidas corporales del ciclista.