Este pasado sábado 2 de junio se celebraba en Cabezón de la Sal la X edición de la prueba de carretera Los 10000 del Soplao. Como viene siendo habitual, la organización pretendía ir un poquito más allí y nos proponía en la modalidad Gran Fondo, el nuevo reto de 355 kms con 7430 mts de desnivel, muy atractivo para los chalaos de la largas distancias, entre los que me incluyo.
El recorrido era un auténtico desafío para nosotros y para ellos también. Atravesar las provincias de Cantabria, Palencia y León, unir las playas de San Vicente de la Barquera con el alto de Piedrasluengas, rodear la montaña palentina, y por San Glorio bajar a Potes en una sola jornada, con el remate de las tres colladas de la ruta clásica para volver a Cabezón, no es ninguna tontería. Está claro, un palizón en toda regla en el que la climatología siempre es una amenaza.
Esta kilometrada enseguida atrajo mi atención y la de una centena más de piraos entre los que se encontraban mis amigos Miguel (CPC), Jose (Parquesol) y Txelu (Kuskumendi). Grandes ciclistas y mejores compañeros. Nos conocimos hace tres años en esta misma prueba, el día que a la Guardia Civil se le ocurrió cortarnos en Palombera porque hacía frío. Era la primera vez que se afrontaba este recorrido y desde el primer momento hubo muchas dudas con la hora de salida, cierre, avituallamientos y esas cosas, más aún, ahora que se debe cumplir con las exigencias de la nueva reglamentación de tráfico para eventos deportivos elaborada por la DGT en febrero de este año.
En las semanas anteriores a la prueba, tras reunirse con las autoridades de tráfico, la organización propuso unos horarios de corte bastante exigentes y nos informaba de que a partir de Piedrasluengas, los corredores viajaríamos en “capsulas de seguridad” acompañados por vehículos de apoyo. Es decir, se nos obliga a agruparnos para acometer el resto de la ruta, algo lógico y beneficioso para todo el grupo. También se da la posibilidad de que un vehículo de la organización acerque hasta el alto de Piedrasluengas (km 130) el material, ropa o lo que cada participante quiera. Buena idea y todavía mejor, porque a propuesta de varios ciclistas los organizadores accedieron a bajarnos la bolsa también al avituallamiento de Potes (km 290), al que se suponía llegaríamos muy castigados por el cansancio y porque, si tocaba bajar San Glorio lloviendo como decía la previsión, aquello podría ser un infierno. Otra ventajilla que nos ofrecían era poder tomar la salida en el cajón delantero y así beneficiarnos de ruedas de los de la Clásica que nos acompañarían hasta Piedrasluengas.
A las 8:00 de la mañana, tras el Thunderstruck y la traca de rigor, identificados con dorsales negros y acompañados por un gran número de ciclistas exprofesionales asiduos a esta marcha, comenzamos la mayor ciclopedalada que me haya propuesto jamás. Concentración y nervios por igual, establecemos contacto con otros dorsales negros, necesitamos arroparnos unos a otros e irnos conociendo. Todo va bien, no llueve, buena temperatura y ayudados por el gran grupo devoramos los 130 kms hasta el alto de Piedrasluengas en apenas cinco horas. Punto de no retorno en nuestro viaje. Quien decida continuar ya sabe lo que le espera. Alcanzamos la cima en el momento que la segunda capsula se preparaba para continuar la marcha. “Dos minutos” nos dicen y, si no, esperar a que se forme la siguiente con la gente que va llegando. Comemos tranquilos el plato de pasta, nos hidratamos, cargamos botellines y adelante. Fuimos veinticinco tíos los que a partir de aquí jugamos a ser grandes ciclistas que se estaban currando un etapón de esos que sólo se ven en la tele. Montamos dos filas paralelas para dar relevos cortos, colaborando todos un segundito en cabeza y para atrás.
Funciona de maravilla y nos movemos a 35 kms a orillas del pantano de Ruesga y del de Cardaño. Repletos de agua están tras el invierno. A nuestra derecha las moles del Curavacas y el Espigüete que debemos rodear. Una moto abre paso al grupo y por detrás llevamos un coche de asistencia y la ambulancia. Una furgoneta se encarga de dar avituallamiento en los puntos señalados, fruta, galletas, gominolas, pasta, a los que los conductores también se acercan a comer, para ellos también es una buena paliza. La “cápsula de seguridad” avanza a buen ritmo superando las tachuelas de la Varga y los Picones hasta la base del San Glorio y negocia 100 kms de buena carretera llena de repechos con buen rollo y muchísimas ganas. La subida será otra historia aunque conseguimos hacer un buen tramo todos juntos. Son 22 kms de piso reventado con poco porcentaje. Somos conscientes de que no llegaremos al corte de las seis de la tarde en Tana, pero lo que más nos inquieta es el tiempo. La carretera está mojada y como nos pille el agua bajando puede hacerse muy duro. Afortunadamente no es así y bajaremos San Glorio sin mayor dificultad.
Y poco más habrá que contar. En la recta de Tana el paso de corte estaba establecido para las seis de la tarde. Era el km 290. Nosotros llegamos pasadas las 18:30 con tiempo de sobra para haber completado la ruta en las catorce horas que, a priori, asignaba la organización y llegar de día a Cabezón. Pero una vez más, las autoridades de tráfico decidieron que no podíamos continuar porque hacía mal tiempo en el paso de las colladas. Coño! Como si no lo supiéramos! Pero veníamos preparados para ello y teníamos ropa de abrigo y luces para la noche en la furgoneta. Con eso ya contábamos y siempre pensamos que al viajar dentro de la cápsula y cumpliendo todos los requisitos de señalización y prudencia que la G. Civil impone, se nos permitiría seguir en ruta. No fue así y los veinticinco integrantes de la última cápsula de seguridad que salió de Piedrasluengas fuimos obligados a tomar el autobús que nos acercaría hasta la meta. No se nos permitía seguir en carrera. Veinticinco aventureros, amantes de este deporte, valientes y curtidos en mil batallas no pudimos acabar la prueba por no llegar al corte. Y no es tópico lo de las batallas, en las piernas de los que allí nos juntamos había experiencia y fuerzas de sobra contrastadas en pruebas duras de verdad. Allí estábamos enamorados de las Clásicas del Norte, de los Dolomitas, de los Brevets y Ciclomontagnards francesas, de los maratones en btt y un largo etc. Mucho nivel es lo había en ese grupo y no fuimos capaces de llegar al corte.
En definitiva, primera edición de este superrecorrido al que habrá que darle más de una vuelta para que pueda consolidarse como lo que realmente es: EL INFIERNO CANTABRO. No es fácil de entender que no se permita adelantar la hora de salida o que se cierre la carrera por el tiempo que tampoco era tan malo. En Francia, por ejemplo, los brevets salen a las 3:00 de la mañana y, haga lo que haga, los ciclistas siguen subiendo Tourmalet. No entiendo tanta restricción ni ese proteccionismo que se impone en esta prueba especialmente. No veo a la Guardia Civil parando a los motoristas que van en manga corta, ni amonestando a los que van a la playa sin crema de sol. ¿Por qué coj... la toman con los ciclistas? En fin, punto para la reflexión.
Para terminar, ofrecer mi enhorabuena a los 42 participantes a los que sí se les permitió continuar y pudieron completar semejante prueba, y también a la organización, porque hemos sentido que estaban por la labor de facilitar y no de poner más trabas. Y ahora toca preparar la maleta para la Transpyr Backroads que comienza este domingo en Roses. Os lo contaremos.
Por Luis Alberto García, corredor del BZ Team CoFactory.