« Gigante de Piedra no es una prueba para repetirla todos los años, más bien es una experiencia religiosa que todo biker que se precie debería hacer al menos una vez en la vida. »
Estaba sobre el kilómetro 170 del Gigante de Piedra, empujando la bici montaña arriba, con un dolor de pies insoportable y de una mala ostia tremenda porque no conseguía dar alcance a los corredores de cabeza. Aproveché ese momento para hidratarme, pero al primer trago mi paladar entra en shock con fuertes arcadas. Resulta que pensando que era bebida isotónica, en el avituallamiento había rellenado mi botellero con horchata y ahora estaba recalentada.
Justo entonces tropiezo y me quedo en una postura grotesca. Arrodillado, con el manillar clavado en el culo, calambres en los gemelos, espasmos intestinales y vomitando liquido blanco entre tosido y tosido. Cuando por fin me relajo, miro al cielo y lanzo un tremendo: -¡Hijos de put***! ¡Juro por Dios que no vuelvo!- Una promesa que pienso cumplir, pero no por la dureza, sino por otra razón bien distinta que al final os cuento. Antes dejadme poneros en situación:
Apenas habían transcurrido unas pocas horas cuando descubro un dato tremendo, la velocidad media apenas supera los 15 por hora y sigue bajando. Significa que voy a tardar casi 12 horas en llegar a meta, y entonces decido activar el modo “supervivencia”. En este modo borras todo rastro de simpatía y desfiguras el rostro con ojos hundidos y mirada perdida. El cuerpo se ralentiza y la mente entra en estado de trance. En otro avituallamiento tropiezo con la mesa y no dejo ni un solo vaso de agua en pie, todo esparramado por el suelo. No pido disculpas porque solo me interesa mi propia supervivencia. Completamente grogui, echo un buen trago de cerveza mientras miro con desagrado a un voluntario que me desaconseja tal cosa. Mi estado es tan penoso que los efectos del alcohol apenas se notan.
Hay espectadores contentos que aplauden y animan, pero les quito la sonrisa de golpe con mis palabras: -¡Hoy va a haber muertos, id llamando a los vehículos de rescate!- En otro avituallamiento arrojo al aire un trozo de ladrillo que ellos llaman tortilla de patatas y balbuceo palabras incomprensibles. El Gigante de Piedra es feo de cojones, ¿por qué iba yo a ser educado ante él? Más tarde veo a una chica linda en un cruce y me abrazo a ella: -¡Nena, tienes algún amigo, novio o familiar participando?- Su belleza me hace sentir compasión, pero ella da un paso atrás y con cara de mujer acosada me responde: -¡No, solo estoy aquí mirando!-. Menos mal, suspiro yo. Y me vuelvo a llenar de ira -¡Ahaagr!!- En una pista estrecha le demuestro a un camión de cerdos que no voy a frenar, obligándole a echarse a la cuneta mientras se queda sin bocina.
La cabeza me juega malas pasadas, es como si fuera metiendo la pata con todo el que me encuentro. No solo me pasa a mí, mi compañero de BZ Team sale a gatas de una ambulancia con las rodillas hinchadas, tenían que pincharle Voltadol en vena pero Sergio se ha negado con gritos y amenazas. Y aún peor se comporta nuestra compañera de equipo, Meritxel directamente quiere matar al organizador Manolo. La pobre Meri ha llegado a meta de noche, es su peor fobia, tiene graves problemas para ver en la oscuridad y está atacada de los nervios. Pido disculpas en nombre de BikeZona por la imagen que hemos dado. Realmente tardas unos días en asimilar todo lo vivido. Después eres mejor persona, los problemas desaparecen y ahora sonríes cuando ves a tus amigos presumir de sus batallitas en otras marchas populares. Cuando eres Gigante, ya no necesitas contar quien ha ganado ni que puesto has hecho, estas por encima de esas cosas.
Efectivamente existen otras pruebas mas largas que también presumen de ser las más duras del mundo. Pero son recorridos en los que siempre puedes regular e ir un poco más despacio. El problema de los 200 kilómetros del Gigante de Piedra es que son maquiavélicos y no puedes ir más despacio. Subidas a cámara lenta y bajadas donde apenas puedes mantener el equilibrio. Por momentos el GPS marca cero porque no detecta movimiento. Es una pena que la Federación de Ciclismo no se atreva a conceder el título de Campeonato de España de la modalidad. Porque yo me muero de ganas de ver cómo se comportarían esos ciclistas de diseño, esos que se echan cremas calentadores y hacen rodillo antes de la salida… jaja!! El verdadero problema es que la industria nos ha lavado el cerebro con un falso MountainBike, un deporte en el que te venden sofisticados calzados de suela de carbono, sillines extra rígidos y absurdos medidores de potencia que no funcionan cuando estas trepando bici al hombro. Menos mal que de vez en cuando, alguien nos demuestra que en la vida real necesitas zapatos cómodos de enduro, cubiertas reforzadas, y porque no también una tija telescópica de esas que permiten descansar el culo. Los verdaderos bikers se desmontan, enderezan la espalda y empujan sus bicis por zonas no ciclables que merece la pena visitar. Y si no te gusta eso, jamás serás Gigante.
Que no vaya a volver no es una mala noticia, al revés, me llevo a casa un bonito regalo que no olvidaré jamás en la vida. Gigante de Piedra es una de las aventuras más bonitas y entrañables que existen. Un viaje místico, algo mágico. Y de repetirla varias veces corres el riesgo de diluir su esencia, perder su significado. Gigante de Piedra no es una prueba para repetirla todos los años, más bien es una experiencia religiosa que todo biker que se precie debería hacer al menos una vez en la vida. Y después serás Gigante para el resto de tus días. ¿Y tú? ¿Cuándo vas a ser Gigante?
(Posdata: La versión pequeña del Gigante, La Small, se celebra unas semanas antes y es igual de retorcida pero mucho mas corta. A esa sí que pienso repetir todos los años)
Crónica de Joseba León, corredor del BZ Team. Muy contento y agradecido a todos los que hacéis esto posible!! Faster Wear, Jaime Llorente, Navali, Luck, Eubottle, Rifyl, Suomy y NRC.