El ciclista del Xacobeo Galicia Ezequiel Mosquera repitió otra gran actuación en la etapa reina de la Vuelta a Asturias para acabar otra vez segundo, esta vez en la meta de Oviedo, punto final de la cincuenta y cuatro edición de la ronda ciclista del Principado. Por delante, un admirable Tino Zaballa (Loulé) logró el triunfo de etapa y la vuelta. La representación en el podio para el equipo Xacobeo Galicia en la jornada de clausura la ostentó Gonzalo Rabuñal, que recogió el premio de vencedor de la general de las metas volantes.
“Yo no vendo humo”, suele decir Ezequiel Mosquera. Y no lo hacía el sábado cuando, después de haber traspasado la meta de la cuarta etapa en el alto del Acebo, declaró: “Mis sensaciones son buenas y mañana aún puede pasar de todo. El equipo Café de Colombia ha demostrado estar muy fuerte, pero no le va a resultar fácil defender el liderato de Duarte en una carrera en Europa con el recorrido que presenta la última etapa de la Vuelta a Asturias”.
En la cima de ese puerto astur Ezequiel Mosquera, después de haber hecho mucho gasto, acabó perdiendo tiempo con respecto a sus rivales más directos. Aún así, era evidente que mantenía la esperanza de que la situación diese un vuelco en la jornada final.
La carrera se endureció en la ascensión al alto de San Lorenzo. Como resultado, seis corredores en cabeza: Mosquera (Xacobeo), Santi Pérez y Zaballa (Loulé), Cardoso (Palmeiras), David Gutiérrez (Footon) y el líder, Duarte (Café de Colombia), pero ya sin compañeros en los que ampararse.
En el descenso, el equipo Loulé, con dos corredores en posiciones de vanguardia, se juega la baza de Zaballa. Quedan 55 kilómetros a meta, pero el cántabro no se arredra. Está habituado a este tipo de aventuras y a los golpes.
Ezequiel Mosquera no aguantó mucho, y cuando vio que el terreno se endurecía de nuevo camino del último puerto, el Tenebredo, volvió al ataque, marchándose con Muto, Vicioso y Brenes. Poco después, al inicio del puerto, dejaba a sus tres compañeros y se iba en solitario en busca de Zaballa.
Recortaría la ventaja hasta los cincuenta segundos, pero el cántabro también se defendía bien en este tipo de puertos, asfixiantes y breves, y sobre todo, cuando en su interior siente que puede encontrar un sinfín de razones por las que poner toda la rabia en cada pedalada. El terreno hasta meta era, además, favorable para un ciclista de sus características.
A cuatro kilómetros de la llegada Ezequiel Mosquera entendió que la victoria se le había escapado. No podíamos llegar a verle bien la cara, pero su decepción salió igualmente a flote. La retrató en un momento su estampa ciclista, de igual manera que la de Don Quijote podía, sin necesidad de escudriñar el rostro o la mirada, transmitir la del “caballero de la triste figura”.
Fue un momento en que la diferencia se abrió hasta el minuto y medio. Luego Mosquera recobró su espíritu luchador para mantener las diferencias inalterables hasta meta, en torna al minuto y medio. Por detrás, en el grupo del líder, llegaba el segundo corredor del Xacobeo Galicia en la jornada, David García, con los también gallegos del Palmeiras Resort Alejandro Marque y David Blanco.
En la general, Ezequiel Mosquera se quedó asimismo a un paso del podio, en cuarta posición, por detrás de Zaballa, Duarte e Intxausti, clasificados por este orden.
Una gran trayectoria hecha “segundo a segundo”
La trayectoria deportiva de Ezequiel Mosquera –grande e intachable, por otro lado- se ha ido haciendo, básicamente, segundo a segundo. Segundo en el alto de La Rabassa de la Vuelta del 2008, en un día de perros, porque Alessandro Ballan, resistió contra viento y marea, como único superviviente de una fuga a la que se le permitió coger mucho tiempo. En esa etapa, entre nieblas y fuerte lluvia, Mosquera había dejado atrás a ciclistas como Contador, Leipheimer, Carlos Sastre, Antón, Rebellín o Gesink.
Segundo en el alto de Sierra Nevada en la Vuelta del 2009, porque, después de haberse marchado del grupo de favoritos, le sobraron 52 segundos para dar alcance a Mouncoutie, que llegaba exhausto a meta, como único superviviente, también, de otra fuga.
En Fuentes de Invierno, en 2008, pudo haber vivido igualmente una jornada gloriosa, pero los intereses de sus ilustres compañeros de fuga eran sólo de ir a rueda hasta el último kilómetro. Un poco como pasó el sábado en la cuarta etapa de la Vuelta a Asturias con final en el alto del Acebo.
Por fortuna, en estos dos últimos años también ha visto cumplido su mayor sueño como escalador: “levantar los brazos victorioso en la cima de un puerto”. Aconteció en Navacerrada y en las Lagunas de Neila. Y, por fortuna, su ambición y su calidad deportiva, nos permiten seguir soñando con triunfos importantes y, de cualquier modo, con profundas emociones.