Quiero pensar que soy un tipo duro, un machote vasco fuerte y rudo. Pero el Gigante de Piedra casi me hace llorar, y no por el esfuerzo precisamente. Ese extraño ser hecho de roca tiene poderes psíquicos que te convierten en un blandengue sentimental…
Son justo las 9:30 de la noche cuando llega el último participante a meta, su mujer lleva todo el día esperando de pies, inmóvil y con el cuerpo tenso. Ella también es victima del Gigante porque al ver llegar a su esposo sufre un repentino ataque de llanto. Mujeres, niños y otros familiares que esperan el regreso de sus seres queridos, todos derraman litros de lágrimas mientras se frotan los cuerpos unos a otros. No se que es lo que habré hecho yo mal en la vida, pero a mi nadie me esperaba para ofrecerme un cálido abrazo.
El único interesado en mí fue el organizador, preguntándome a ver qué me parecía su prueba. Mi respuesta fue radical: -Manolo, prepara las furgonetas de rescate que hoy no termina ni la mitad de la gente- Sin embargo menosprecie el instinto de superación de los ciclistas, y finalmente una gran parte de los participantes llegan a tiempo para recoger su obsequio finisher, un castigo en forma de pesada roca que levantan orgullosos. Hombres adultos sin aspecto atlético, alguno incluso rellenito, y con bicis más bien sencillas, consiguen llegar a la meta de L’Alcora con dignidad. Bueno, alguno perdió los zapatos, como un chico que llega caminando con la bici rota y llora porque se le habían hinchado los pies y no podía descalzarse. Es mi pasatiempo favorito. Después de cruzar meta me gusta sentarme en una acera con un bocadillo, y me quedo ahí quieto, observando, esperando hasta que llega el ultimo participante.
El Gigante de Piedra es feo, da miedo y esta torcido. Sus pies de roca apenas le dejan avanzar ni un kilometro en línea recta, y a su paso lo deja todo roto y lleno de cantos. Pero lo importante no es el recorrido, si no las situaciones que vives en el. Salir de noche, pasarte de largo y retroceder mil veces, esquivar un rebaño de ovejas, decidir por donde vas a cruzar un rio, creer que estas atajando y acabar atrapado en una valla, deshidratarte y llegar a un control donde solo hay horchata y patatas fritas, encontrarte con un grupo de adolescentes fumaos que te escoltan con sus ciclomotores, coronar un puerto con cientos de espectadores histéricos... En esta aventura da igual los watios que seas capaz de mover, porque mas importante es saber comportarte en la montaña. Los paisajes se olvidan, pero las aventuras permanecen. No se por dónde nos meterán el año que viene, pero me da igual mientras conserven la misma filosofía: Mountainbike autentico y sin contemplaciones.
Mi tiempo fue de 9 horas y 9 minutos. Paré a descansar un total de 30 segundos. Tiempo suficiente para comprobar que Tinker Juarez me pisa los talones, un indio americano del que conservo una foto en blanco y negro de 1994, posando junto a él cuando yo aún era un niño y él ya me parecía un viejo “Jefe de Tribu”. Todavía profesional afirma que no se va a retirar hasta que cumpla los 65 años y le corresponda la jubilación, que es demasiado mayor para buscar otra actividad laboral.
Después de Tinker hay otro rival del que no consigo desprenderme. Un jovenzuelo austriaco de 190cm, con mofletes colorados y pinta de comer muchas salchichas. Me intereso por él y le pregunto varias veces, pero su respuesta es siempre la misma: -Aimforaustriaaa!- Es lo único que sabe pronunciar, así que le ataco en todos los descensos para llegar a la línea de meta en 4° posición.
Joseba Albizu, el campeón, es un ser tranquilo, humilde, tímido. Jamás le veras lanzar un ataque, te gana discretamente, sin que te des cuenta. Sin hacer apenas ruido a conseguido un palmarés envidiable. Pero no da pedales para ganarse la vida, si no que vive para dar pedales. Corre donde quiere y cuando le apetece, sin agobios ni compromisos, y por eso es la envidia de muchos profesionales. Se lo puso difícil Gilbert Mill, una especie de hippie republicano muy concienciado con las causas sociales y las injusticias políticas que sufren en su país. La historia de Gilbert es sencilla, un buen día se puso un culote, le salió una sonrisa, y jamás volvió a quitarse las licras de la entrepierna. Tampoco conseguí dar alcance a Alberto Fernández, un cántabro del que no hace mucho tiempo yo mismo me reía de el. Era tan malo que no sabia ni subir un bordillo. Sus armas son la meditación, el yoga, y otras incomprensibles técnicas hindúes. Cuando le pregunto cómo ha hecho para mejorar, me dice que no ha mejorado, simplemente se trata de aceptar tus debilidades y convivir positivamente con ellas. Sigo sin entenderlo.
No sabría muy bien qué opinar de las féminas. La disciplina Ultra Maratón arruga el cuerpo, estropea la cara, y sobre todo te deja las zonas intimas bastante irritadas. La ultra distancia es un deporte en el que a veces es difícil controlar tus esfínteres y acabas de cuclillas detrás de un seto, a riesgo de que un bicho te pique el culo. Me quito la gorra ante las finalistas. Estefania Gamez, Ana Bello, Rebeca Bertomeu, Judit Anton, Celia Ruiz. Chicas, os quiero, pero estáis muy locas...
Después de Gigante de Piedra hago un paréntesis en el calendario. Y no porque este cansado, si no porque no quiero disolver el sabor de la aventura con cualquier otra prueba. Ansioso cuento los días para volver a retarme con ese extraño ser de roca, y su perro mágico Small...
Por: Joseba León, corredor del BZ Team - Fotos: Image Hunters
Nuestro agradecimiento a la organización de la Gigante de Piedra y a los patrocinadore del BZ Team por apoyo para poder realizar estas pruebas. SPIUK - Vic Sports - Gurpil - Trackstarwheels - ISB SPORT - HEBO BIKE - Bike ZeNter - FasterWear - Navali