El uso de la bicicleta siempre se ha asociado a la protección medioambiental. Desde que la lucha contra el cambio climático forma parte de la agenda informativa y de las preocupaciones de los ciudadanos, se ha establecido que las dos ruedas son el medio de transporte más sostenible y, por lo tanto, está claro que un futuro más verde pasa por la promoción del uso de la bicicleta como medio alternativo a otros mucho más contaminantes.
Este año, la bicicleta fue protagonista del Día Mundial del Medio Ambiente, celebración similar al Día de la Tierra que reivindica un mundo más ecológico desde 1970, y desde hace varios meses no paramos de conocer nuevas iniciativas desde las instituciones de distintas ciudades y países que abogan por la promoción del uso de la bicicleta en la ciudad.
Esta relación entre la bicicleta y la ecología no es caprichosa. No se trata de que ir en bici sea menos contaminante que ir en coche, sino de que es muchísimo menos contaminante. Los números no engañan.
Según un estudio publicado por la Federación de Ciclistas Europeos (ECF), una bicicleta en ciudad expulsa 21 gramos de CO₂ a la atmósfera por cada kilómetro que recorre; de esos 21 gr., 5 gr. corresponden a la fabricación y mantenimiento de la bici, y los otros 16 gr. se derivan de las calorías que el ciclista quema al pedalear. En el mismo trayecto, una moto utilitaria con un pasajero expulsa 271 gr. de CO₂. La diferencia es más que notable, y deja claro que la bicicleta es el medio de transporte más ecológico.
Kristen Tapping, licenciada en ingeniería industrial de la London Southbank University de Londres, va un paso más allá y pretende que la bicicleta sea no solo el vehículo que menos contamina, sino que también ayude a combatir la contaminación.
ROLLOE APROVECHA LA ENERGÍA DEL PEDALEO PARA LIMPIAR EL AIRE CONTAMINADO
Tapping ha diseñado un aparato, al que ha llamado Rolloe, que aprovecha la energía cinética (la que un cuerpo genera al moverse) para absorber aire del entorno, purificarlo a través de unos filtros y expulsarlo limpio.
Rolloe está compuesto de tres piezas principales; dos de ellas son como unas llantas de aleación que se colocarían en la rueda delantera, y que llevan en el medio una serie de filtros que sirven para limpiar el aire, y que están hechos de varios materiales para que puedan filtrar distintos tipos de partículas.
En una entrevista para la versión inglesa de Red Bull, Tapping contó que la idea surgió al ir en bicicleta por Londres y darse cuenta de lo palpable que es la contaminación cuando circulas entre coches y otros vehículos. Entonces pensó en cómo los purificadores de aire aprovechan la circulación del mismo para filtrarlo, y que tal vez se pudieran aprovechar los giros de la rueda para poner en marcha un sistema de filtros que limpiase el aire a medida que se avanza. Cuanto más rápido se va, más cantidad de aire se filtra, pero Rolloe también funciona a baja velocidad.
El invento, que está en fase de desarrollo y pendiente de comercialización, se ha llevado el oro a la Innovación en el Diseño de los premios Design Innovation in Plastics dentro de la categoría de los polímeros, un compuesto químico muy común presente en infinidad de envases, tejidos como la licra o de forma natural en el caucho e incluso el almidón de las patatas.
Rolloe utiliza materiales muy comunes, económicos y reciclables; todos los filtros que usa son lavables y biodegradables.
En la investigación previa al desarrollo de Rolloe, Tapping encontró estadísticas que hacen de inventos como el suyo una verdadera necesidad. Por ejemplo, en ciudades como Delhi (India), el grado de contaminación es tal, que es como si cada uno de sus ciudadanos fumase 20 cigarrillos al día. A nivel global, la contaminación tiene un coste aproximado de más de 160 billones de euros.
El principal objetivo de Kristen Tapping es la instalación de Rolloe en las bicicletas compartidas de uso público de la ciudad de Londres (para empezar). Este filtro es capaz de expulsar hasta 0’665 m³ de aire limpio por kilómetro recorrido en bici, lo cual significa que, si las 13.600 bicicletas de este sistema de transporte que cubren una media diaria de 134.448 km usasen Rolloe, se filtrarían 79.865 m³ de aire cada día. Esto es el equivalente a cuatro veces el tamaño de Trafalgar Square. Y si un 10% de las personas que van en bici en Londres se instalasen este filtro en su rueda delantera, la cantidad de aire que se limpiaría equivaldría a 20 veces el tamaño de Trafalgar Square. Llevado a gran escala, los ciclistas urbanos pueden convertirse en un auténtico pulmón para el planeta.
Habrá que ver si la idea prospera y Rolloe llega al gran consumidor, pero, por el momento, este ingenioso invento es ya un buen ejemplo de cómo una pequeña idea puede tener consecuencias muy grandes.