28 de enero de 1980. Un grupo de ocho ciclistas se ajusta su primer dorsal profesional. Acha, Azkarate, Greciano, Laguía, López del Alamo, López Izkue, Ocaña y Roldán todavía no lo saben, pero están escribiendo la primera página de la historia más gloriosa del ciclismo español. Enfundados en los maillots rosas del Reynolds, el octeto es el encargado de dar las primeras pedaladas en la máxima categoría mundial de una estructura que, embrión del actual Movistar Team, transitará a lo largo de 33 temporadas por la elite del ciclismo internacional.
Aquel día, la actual escuadra telefónica, debutó en el campo profesional en el prólogo de la Volta a Mallorca, la carrera que derivó en la Challenge que mañana arranca para Movistar Team con el Trofeo Palma (11 h.; 116 km) en el tradicional circuito por el paseo urbano de la capital balear. Treinta y dos años después, uno de los protagonistas de aquel hito, José Luis Laguía, se mantiene en la estructura del equipo y es el perfecto cronista para narrar aquella jornada –una contrarreloj de 2 kilómetros en el Castillo de Bellver- que abrió la leyenda.
“Lo que más recuerdo son los nervios de aquel día –rememora Laguía, entonces un neoprofesional de 20 años atenazado ante su debut-. Veía calentando a gente como De Vlaeminck o De Wolf a la que tenía en los posters. Yo me había hecho la idea de que aquello iba a ser terrible y que me iba a tocar sufrir de manera brutal. Pero, sorprendentemente fue todo lo contrario, aunque aún recuerdo aquel sabor a sangre que te deja en la boca el esfuerzo tan intenso de una crono tan corta”. Aquel día, el mítico De Vlaeminck, ‘El Gitano’, se llevó la victoria y el jovencísimo Laguía dio su primer aviso con la quinta plaza, una posición que aguantaría hasta el final de la Volta y a la que sumó su primer podio en el que sería su seña de identidad a lo largo de 14 temporadas: el Gran Premio de la Montaña. “El quinto puesto del prólogo nos quitó un poco los nervios y en la primera etapa pasé primero por los dos puertos que había. Aquello me dio un ‘subidón’. Nos dimos cuenta de que no se comían a nadie”.
Las líneas del éxito y la longevidad
A partir de ese día, los objetivos del por entonces modesto Reynolds estaban claros: “Preparábamos los sprints de la Montaña como si fueran el final de la Milán-San Remo. Para nosotros, estar desde la primera carrera en el podio era un auténtico sueño y suponía rentabilizar aquello y acabar con las dudas empresariales que podía tener el patrón, Garcia Barberena, de dar ese salto a profesionales en un pueblo como Irurtzun y con una empresa como Inasa, no muy grandes para soportar esa estructura”. En esos momentos, nadie podía imaginar que aquellos pioneros iban a abrir la senda de la historia más exitosa del ciclismo español: “Era imposible imaginarlo, pero ahora con el paso del tiempo ves que cuando se hacen las cosas bien y sigues una línea muy clara, es difícil no alcanzar tus objetivos. Éramos modestos, pero fuimos los primeros en tratar de modernizar este deporte: la publicidad vertical en los culottes, la utilización de cintas de pelo en vez de gorras, las zapatillas blancas… todo aquello que tenía ver con la imagen que transmitíamos del patrocinador y que suponía una innovación. Éramos jóvenes y teníamos ganas de hacer algo diferente. Creo que fuimos germen de varias generaciones que querían ser ciclistas”.
Laguía, ahora en el cuerpo técnico del Movistar Team, repasa las similitudes y semejanzas de aquella edición de la Volta a Mallorca con la de la Challenge que mañana comienza: “El ambiente es el mismo. Se respira ciclismo por todos los lados ya que también entonces era la prueba inaugural del calendario. Y para nosotros siempre será un lugar especial. Es emotivo pensar que hace tanto como 32 años, el equipo debutó aquí. Después de tantos triunfos, diferentes sponsors, muchas alegrías, algunas tragedias… el volverte a encontrar aquí es porque aquella línea trazada tenía unas directrices claras. La exigencia, la profesionalidad, la veneración a la marca que te patrocina… todo eso es igual. Cuidar al máximo la imagen y sin el objetivo de ganar a toda costa, sino de saber comportarse tanto en la victoria como en la derrota. Y siempre con el respeto al sponsor, que es quien hace posible que estemos aquí, como gran premisa”.
Y, caprichos del destino, un nombre emergía ya entonces en las conversaciones entre los ciclistas del equipo. “Llevábamos un camión cuadrado, muy parecido al que por entonces usaban para solventar las averías en las líneas. Lo llamábamos ‘el furgón de la Telefónica’. Fíjate en lo que ha derivado….”