La solidaridad es un invento moderno que usan los políticos a su antojo para controlar la sociedad. Por llevar la contraria, antiguamente te soltaban una buena hostia y te llevaban preso si te ponías muy rebelde. Ahora te acusan de insolidario, y si te pones tonto cualquiera puede señalarte indicando que eres un parricida asesino de abuelos.
Con este panorama se me habían quitado las ganas de competir, pero el Campeonato de España de CicloCross es una cita obligada en agradecimiento a una disciplina que tan buenos momentos me ha ofrecido. Este atípico año se han celebrado carreras en Valencia, Cataluña, Madrid, Galicia, e incluso en Albacete y Murcia.
Sin embargo, en el País Vasco, cuna del ciclocross nacional y con los mejores organizadores del mundo, ha habido CERO carreras. Desde luego esto es un tema político, no le echéis la culpa a la pandemia. Por suerte Cantabria ha tirado para adelante y ha permitido que Torrelavega organice unos Campeonatos Nacionales bajo unos estrictos protocolos anticovid, dignos eso sí de una película paranoica. Ambiente raro, ausencia de público, mucho silencio y poca tensión competitiva. En una época sin objetivos deportivos, presentarse en la línea de salida de una carrera tan emblemática ya es un triunfo por si solo.
Mi puesto ha sido el último. El ultimo de los elegidos. Exactamente el 21 en categoría Élite/Profesional. No esta nada mal para un viejo desanimado cuyo entrenamiento de los últimos meses, ha sido subir la bici de descensos en el funicular del pueblo y tirarme cuesta abajo como si fuese un canto rodado.
Acabar en vuelta completa no es tarea fácil con la presencia de Felipe Orts, una autentica apisonadora de corredores doblados. Por resultados internacionales, personalidad y estilo de pilotaje, puedo asegurar que Felipe ya es el mejor ciclocrosista de todos los tiempos que ha existido en España. Otros podrán acercarse en títulos deportivos, pero en simpatía y habilidad con la bici no le llegan ni a la suela del zapato.
En otras categorías no se quien ha ganado porque la nueva anormalidad no te permite quedarte a verlo. Pero podéis ver el trabajo del fotógrafo del Bikezona Team pinchando aquí.
¿Ha merecido la pena ir a una prueba sin su tradicional espíritu festivo? En parte si gracias al famoso circuito de El Patatal. Un encintado muy elaborado, con un suelo convertido en el paraíso de cualquier biker que se precie. Metros y metros de roderas estrechas, raíces cruzadas, arena, lodos, troncos y hasta una arqueta escondida después de un cable metálico enterrado. La pesadilla de cualquier rutero “mueve watios”. El circuito perfecto.
Por Joseba León, corredor del Bikezona Team.
