Los excesos no son saludables. Hay gente que le da por el juego, los hay alcohólicos, drogadictos, adictas al sexo y otras cosas peores. A mí me da por las carreras con la mountainbike. Pero ya no me conformo con una marcha popular, no me vale con una carrerita cualquiera de un par de horas. Para calmar el deseo necesito pruebas mucho más retorcidas. Necesito una superaventura y acabar con la cara desfigurada, cortes en las extremidades y el culo al rojo vivo. Rollo “sadomaso”. Es lo que pasa cuando conviertes tu pasión en una adicción.
Y una de las pruebas que más me satisface es la Med Xtrem. Tres jodidas etapas navegando con GPS por sitios que ni las cabras montesas. Son muchos kilómetros llenos de piedras, escalones, zonas de porteo, giros bruscos en mitad de la nada, parajes desoladores, y muchas horas sin ver un ser humano. Sentirte perdido y desamparado. Pero hay más. Un marcaje escaso imposible de seguir, sectores nocturnos, frío extremo, dormir de acampada, ducharse con agua helada, etc... Dicho así puede parecer que es una prueba mal organizada. Pero no, es así a posta. Diseñada para personas que quieren aventura, porque todo el mundo debería vivir una escena de supervivencia aunque sea solo una vez en su vida.
A la Med Xtrem acudo con la barba desarreglada, el pelo sucio, y prendas de vagabundo. Ropajes viejos que voy abandonando en mitad de las etapas a medida que amanece. Tal vez algún pastor los aproveche. Como un verdadero indigente, acepto que voy a pasar muchas penurias. Mi única higiene son las toallitas húmedas y frotarme las heridas con jabón de manos de algún cuarto de baño.
Por eso me quedo perplejo al ver a Josep Betalú (BMC-Arpo). No sé cómo lo hace, pero el campeón de la prueba luce una perfecta sonrisa “profiden” y una estética impecable, como recién salido del camerino. Betalú no es el profesional con más potencial físico, pero sin duda es el gran maestro de la estrategia y la orientación en mitad de la naturaleza. Si hubiera un cataclismo, él sería de los pocos supervivientes.
foto: Cano fotosports
Solo en una aventura como la Med Xtrem se pueden ver escenas épicas y momentos memorables. Como la del segundo clasificado Iban Diaz (Cult Bikes), cuando en la sexta hora de la primera etapa sufrió una pájara alucinógena, y con cara de loco me rechazó una barrita de cereales, exigiéndome un bocadillo de tortilla de patatas. O situaciones como la del tercer clasificado Joseba Albizua (Erreka Bikes) chillando desesperado en mitad de un pueblo, rodando en sentido contrario en busca de alguna baliza, mientras yo me escondía detrás de un contenedor de basura para que no descubriese la trazada correcta.
Es una prueba tan heavy que hay gente que no logra ni llegar a la salida, como el dorsal 191 que llegaba tarde a la tercera etapa y en mitad de la oscuridad no vio una barandilla a la altura de su barbilla. O el caso de mi compañero de equipo Diez Arriola, que acudió a la Med Xtrem a modo entrenamiento-preparación, y lo que ha conseguido es romper la bicicleta, cargarse la temporada y tal vez hasta su carrera deportiva. Yo no gano, pero fijo que soy el que menos metros recorre. Voy despacito, prudente, seguro. Como a cámara lenta, pero sin perderme. Y así alcanzo la 6ª posición.
Me llamaréis machista, pero yo si algún día tengo una novia ciclista, la prohibo participar en esta prueba. No querría verla despeñada por un barranco y que la rescaten en helicóptero. Por eso también me quedo perplejo ante la valentía de las tres únicas finalistas: Verónica Cuello, Chartier Martine y María Ángeles Pertusa.
La Med Xtrem es un puto infierno, hay muy pocos organizadores en el mundo que se atrevan a preparar algo así. Pero todos los años nos juntamos unos 300 participantes que precisamente buscamos eso mismo. Y así o aún peor esperamos que siga siendo el año que viene.
Crónica de Joseba León, corredor del BZ Team
Gracias a los patrocinadores del BZ Team por poder ayudarnos a seguir disfrutando en las carreras: Faster Wear, Jaime Llorente, Navali, Luck, Eubottle, Rifyl, Suomy y NRC.