A Haimar Zubeldia no le gusta ir de líder. Tuvo que asumir el rol de joven, en el Euskaltel-Euskadi, compartiendo galones con Iban Mayo, cuando con 23 añitos ganaba la Euskal Bizikleta. Dos quintos puestos en el Tour, 2003 y 2007, marcaron sus límites. Pero eso ya queda lejos en el tiempo. En 2009 emigró al Astana para ser uno de los hombres de confianza de Armstrong y de Contador en las grandes vueltas. Se reconvirtió en hombre de equipo. En gregario con adjetivo: de lujo. Su destino desde entonces iba a ir ligado al del técnico belga Johan Bruyneel, al que seguiría al RadioShack…
Una lesión muscular en una pierna le ha tenido medio parado en la primera parte de la temporada. Después de la Vuelta a Andalucía, en la que terminó octavo, tuvo que parar. Era febrero. Reapareció tres meses después, en la Bayern-Rundfhart, y terminó décimo. Luego iría al Criterium del Dauphiné y repetiría esa décima plaza. Allí se rompió Andy Schleck, el líder del equipo para el que tenía que ser su sombra en el Tour. Bruyneel le dijo entonces que se preparara a fondo que confiaba mucho en él.
Haimar siguió entrenando, afinando, para llegar a la salida de Lieja en el quizá sea uno de los mejores momentos de forma de los últimos años. Su experiencia en esta carrera (es su undécima participación) le hace ser prudente. Ayer, cuando alcanzaba la sexta plaza y se colocaba como mejor hombre de su equipo en la general, a 59 segundos de Wigginis, insistía en que el líder del equipo era el alemán Andreas Kloden. Hoy, tras la segunda etapa selectiva de media montaña, el guipuzcoano ya es quinto y Kloden ha vuelto a ceder tiempo. Quizá ahora diga que el líder es el belga Christopher Monfort, que es séptimo a 1:09 del de Usurbil.
Zubeldia no quiere que le señalen como líder. Sabe que el Tour es largo y que cualquier día te vas al suelo, como les ha sucedido en las últimas etapas a tantos corredores, o te pilla un corte, o simplemente no puedes seguir la estela de los mejores… Sabe que las opciones se pierden en un soplo de viento y quiere correr tranquilo, sin más presión que la que él se mete, que no es poca. Aunque si sigue pedaleando con la fuerza y la frescura de estos últimos días, el equipo y la propia carrera le va a pedir que tome los galones y que pelee por el podio. No es fácil, pero puede verse metido en la refriega. Y seguro que, a estas alturas, no le van a temblar las piernas.